Cartas a mi padre: Bangkok (pt. 4)

Juan Enrique Chomon Del Campo
Cartas a mi padre
Published in
5 min readJan 31, 2023

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Jornada final en nuestra ruta por Bangkok, con nuevas peripecias por vivir y buscando cerrar esta parte del viaje, de la mejor manera. Con la misma espontaneidad de los días anteriores habíamos definido un montón de actividades tentativas para realizar. A escribir otra historia para contar en estas páginas, pensé.

Ya acumulábamos algo de pericia moviéndonos por las calles o eso creía. El circuito de trenes y recorridos de buses se nos hacía cada vez más conocido y en algunos trayectos ya ni siquiera era necesario desenfundar el celular para guiarnos. Aunque nos sentíamos cómodos, era evidente que para ojos de los locales encarnamos a unos niños aprendiendo a moverse por la ciudad. Sin duda te reirías de la situación, esbozo una sonrisa de solo imaginarlo.

Por mi lado, era imposible disimular mi calidad de turista cargando mi mochila y banano, incluida esa vistosa cámara amarilla que tengo. Y digo vistosa, por que por el color amarillo de su funda, debido a ella siempre surge algún curioso que indaga si es resistente al agua o tiene alguna capacidad extraordinaria. Realmente no pasamos desapercibidos con el celular en mano, dando pasos timoratos hacia nuestro destino de turno. La tecnología no es infalible, no al menos para fingir que no sabes con exactitud a dónde vas.

Íbamos por Bangkok, con la misma cara perdida que tu y yo Rog, esa vez hace veinte años cuando caminábamos por Av. Figueroa Alcorta, allá en Buenos Aires, buscando el Museo Malba. Ese viaje exprés de negocios que me llevaste a Argentina y yo recogía en la calle todo lo que caía de tu bolsillo. Es divertido pensar que yo repetía tus pasos exactos en otro lugar, otro momento, tan lejos de Chile.

Solo puedo decir que los tailandeses son gentiles, expresan genuina amabilidad que les aflora en pequeños gestos. En cada momento que mi torpeza aparecía, la Katty se mofaba y algún transeúnte me alertaba que había olvidado algo atrás.

Si nuestro andar era errático aparecía algún local que nos apuntaba en la dirección indicada. No hace falta entablar grandes conversaciones, el idioma es una barrera enorme. Pero basta un breve balbuceo de palabras muchas veces inconexas, un par de sonrisas y un sentido agradecimiento.

Es cierto que yo soy testarudo y no pregunto indicaciones, la Katty en cambio, busca respuesta en cada individuo que se le cruza y a veces me reprende por no hacerlo, no la culpo. Es probable que sin ese atrevimiento suyo, no llegaríamos demasiado lejos.

Pasear por Bangkok es una experiencia peculiar, sobre todo por sus aromas y olores que atraen y disgustan. Sentir una fragmentación entre exquisitas esencias que emanan de las cocinas desde muy temprano o la fragante naturaleza que cubre las calles, que a ratos se empañan por el hedor de las alcantarillas o al intenso olor a naftalina que se cuela desde algún callejón. No es algo fácil de asimilar, pero hace más intenso el pasar.

Tercer y último día, teníamos planeado ir al parque, recorrer el río en bote y completar con alguna ocurrencia que se nos viniera a la cabeza en el momento. Si el parque Santi Phap fue una grata sorpresa días atrás, el parque Lumphini, lo supera en varios sentidos. Inmensamente más grande, en más de cincuenta y seis hectáreas de extensión alberga un particular lago artificial, una biblioteca pública, incluso un acuario, entre otras interesantes atracciones.

Como dato histórico su nombre viene de Lumbini, lugar de nacimiento de Buda en Nepal. Se encuentra en el distrito financiero de Bangkok, conectado por una pasarela aérea con el parque Benjakitti. Es un puente peatonal de más de un kilómetro de longitud, construcción que no pasa desapercibida.

Es un lugar tranquilo lleno de vida y la gente puede realizar toda clase de actividades al aire libre, incluso cuenta con instalaciones que de enero a abril se usan para un festival de música. Debe ser alucinante presenciar algo de esa magnitud en un lugar como ese.

En sus jardines puedes encontrar variedad de aves que se posan a su antojo alrededor de la laguna. Junto a ellas y con una naturalidad sorprendente, puedes avistar apacibles dragones de Komodo que apoltronados sobre el césped temperan su cuerpo al sol, indiferentes de quién se les cruce por delante.

Cerca del parque, a un par de cuadras, se encuentra Sathorn pier. En la ribera del río Chao Phraya es el muelle principal, por tanto suele estar bastante concurrido. Ahí puedes embarcar toda clase de botes que funcionan como transporte, pero sin duda sirven como circuito turístico.

Aunque no sabíamos bien qué ruta escoger, de igual forma hicimos la fila para comprar los boletos, en este ajetreo y debido a nuestra dubitativa presencia el vendedor nos dejó a un lado. Atónitos y contrariados por esta reacción, tomamos asiento al final del muelle para ponernos a investigar y pasar ese mal rato.

Finalmente formamos de nuevo en la boletería y tomamos un bote de la línea anaranjada, una de las más turísticas y que te lleva al otro extremo. Donde puedes visitar lugares como el centro comercial Iconsiam o la enorme y colorida estupa de Wat Arun y finalizar en un muelle cercano a Khaosan Road.

Decidimos comprar el trayecto hacia el muelle de la calle Phra Athit, casi al final del recorrido, ese nos dejaba indefectiblemente cerca de nuestro lugar favorito. Khaosan Road siempre es un lugar entretenido para cerrar el día, casi una cábala para terminar.

Recorrimos rápidamente Khaosan Road porque el comercio no ofrecía demasiado para ver, funcionaba a media máquina o menos. Era domingo 25 de diciembre y se notaba vacío como nunca antes lo habíamos visto.

Concluímos el día comiendo en un lugar conocido, Villa Cha-Cha. Es un restaurante ubicado en el callejón Rambuttri, que ya habíamos visitado la vez anterior. Y por cierto no sería la última vez. Lo sé, somos animales de costumbre. Así dimos cierre a la parada inaugural del viaje que habíamos planificado ansiosamente por tantos meses. Al día siguiente partíamos a un nuevo destino y a otras historias que contar.

Continuará en Chiang Mai

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Husband, Amateur photographer, software developer, cinephile and music fanatic.